lunes, 18 de agosto de 2008

Sin renunciar al alma

Tarcila Rivera, directora de Chirapaq (Centellear de estrellas)


Os informo: para celebrar el 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, organizaciones indígenas peruanas tomaron dos campos de gas, una hidroeléctrica y un oleoducto en el norte del país, en la Amazonía. Ayer empezaron los enfrentamientos con las fuerzas del desorden.

Los indígenas piden la derogación de los decretos legislativos aprobados por el gobierno para adecuarse al TLC, decretos que permitirán arrebatarles sus tierras “legalmente” y regalárselas a las empresas de energía, entre otras. Aquí más info y fotos, y aquí un informe sesudo que explica las razones de estas protestas. Ya os expliqué que Alan García lleva tiempo poniendo al país contra ellos, tachándolos de “perros del hortelano” para legitimar su expolio y su represión. Como llevan flechas y sus caras pintadas, ergo son incapaces, los voceros gubernamentales insisten en que hay gente detrás manipulándoles y radicalizándolos. Los indígenas, siempre guardianes de su territorio, son la nueva amenaza del sistema que necesita de sus recursos... para seguir acabando con el planeta.

La criminalización de los pueblos indígenas tiene cabecillas tan notables como Vargas Llosa, realacademio a la cola de los Nobel y caudillo intelectual a sueldo de Prisa. Por algún mecanismo que no entenderé jamás, el mismo escritor que me descubrió la vida de Flora Tristán, con exquisita sensibilidad, se transmuta en un jiménezlosantos cualquiera, cuando ejerce de analista político. Ahí están sus artículos del 2006, Razas, botas y nacionalismo y Asoma en la región un nuevo racismo: indios contra blancos, para demostrarlo. En El comandante y el Rey , sincero total, dice poco menos que con esos pueblos de mierda, qué democracia se va a tener:

"La enseñanza más obvia e inmediata de este psicodrama es que hay todavía una América Latina anacrónica, demagógica, inculta y bárbara a la que es una pura pérdida de tiempo y de dinero tratar de asociar a esa civilizada entidad democrática y modernizadora que aspiran a crear las Cumbres Iberoamericanas. Esta será una aspiración imposible mientras haya países latinoamericanos que tengan como gobernantes a gentes como Chávez, Ortega o Evo Morales, para no mencionar a Fidel Castro. Que sean o hayan sido populares y ganaran elecciones no hace de ellos demócratas. Por el contrario, muestra la profunda incultura política y lo frágil que son las convicciones democráticas de sociedades capaces de llevar al poder, en libres comicios, a semejantes personajes".

Felismente (aquí se dice mucho) Galeano respondió alguna de estas bravuconadas:

"Es la resurrección de uno de los mitos más caros, más entrañables de los dueños del poder en América Latina, que es el mito de la civilización y la barbarie. (…) Éste es un acto de autodesprecio, que es una herencia colonial y se ha convertido en la cultura dominante, que es lo que yo llamo la cultura de la impotencia".


El autodesprecio, la mejor herramienta siempre del poderoso: las mujeres sabemos muy bien cómo funciona.

Pero lo de Vargas Llosa ha sido con premeditación y alevosía. Su antiindigenismo público empezó hace años con un ensayo sobre José María Arguedas. Efectivamente: el mismo para el cual nuestro amigo jairo35 reivindicó la autoría del cuento quechua que os transcribí hace ya días.

Vargas Llosa utilizó a Arguedas para convertir su racismo visceral en teoría respetable con su ensayo La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Ya dejó claro entonces que el indigenismo no era más que una ficción ideológica reaccionaria, colectivista, mágica, irracionalista, antimoderna y (soooooooobre todo) antiliberal.

¿Y quién es Arguedas? Según sus propias palabras “un individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse”. Un intelectual indígena, un tipo de frontera, que en 1968 escribió un texto llamado “No soy un aculturado”, profundamente humano y actual, que nos permite reconstruir nuestra contaminadísima imagen de “lo indígena”

”La ilusión de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo más ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable”, pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad.

Pero los muros aislantes y opresores no apagan la luz de la razón humana y mucho menos si ella ha tenido siglos de ejercicio; ni apagan por tanto, las fuentes del amor de donde brota el arte. Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos y mitos. Y bien sabemos que los muros aislantes de las naciones no son nunca completamente aislantes. A mí me echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; me lanzaron en esa morada donde la ternura es más intensa que el odio y donde, por eso mismo, el odio no es perturbador sino fuego que impulsa.

Contagiado para siempre de los cantos y de los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. El vínculo podía universalizarse, extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, actuante. El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía porque ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores, es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”.
Que no os quepa la menor duda de que hay muchos indígenas en esa senda. Tarcila Rivera, la señora quechua de la foto, mantiene sus trenzas y en su despacho hay plumas y tejidos típicos que le recuerdan quién es, pero recorre el mundo hablando de nuevas tecnologías y propiedad intelectual. Me recibió poniéndome un periódico salmón en las manos: hay que saber de economía, me dijo.

También me dijo algo sobre lo que el Subcomandante Marcos (traductor, como Arguedas, de la cosmovisión indígena) ha escrito recién: “Y decirles que no queremos limosna, que no queremos lástima. Que no queremos que nos salven la vida. Que queremos un compañero, una compañera, en Grecia (o donde sea) que luche por lo suyo”.

Mensajito para jairo35: gracias sinceras por meter a Arguedas en mi blog. Tenía que estar.

Pregunta para tod@s: ¿Por qué los periódicos económicos son siempre de color salmón?

1 comentario:

Joan23 dijo...

A finales del siglo XIX, a los pocos años de su fundación, el Financial Times decidió diferenciarse de la competencia imprimiendo sobre páginas de color salmón. Tuvo tanto éxito, que toda la prensa económica se lo copió. Ya ves que cosa.

Vargas Llosa, antes que facha, me parecía un pesado. Me leí, cuando me lo leía todo, Los jefes Los cachorros (un librito de cuentos) y ¿Quién mató a Palomino Molero? (una novela corta, creo). No me acuerdo mucho de los libros, pero sí de que me aburrí como una ostra. ¡Qué poca sensibilidad la mía! Y ahora que me cae como el culo, no me voy a poner a revisarlo.

Pero no te vayas a pensar que soy un aculturado: escribo estas líneas desde la más absoluta modernidad, cubierto por una barretina catalana, mientras contemplo el trabuco solsonés que decora la pared de mi despacho. En plan indígena catalán.