miércoles, 30 de julio de 2008

Males de altura


Foto: Paisaje altoandino a 3.500 metros de altitud, de camino al Pastoruri


¿Hay alguien al otro lado o ya todo el mundo desapareció? Estoy en Huaraz. Donde empiezan Los Andes. En el Callejón de Huaylas, un valle-desfiladero entre las Cordilleras Blanca y Negra, siguiendo el río Santa, a 3090 metros de altura. La Blanca es, al parecer, la Cordillera tropical más alta del mundo, con más de 100 picos entre los que destacan el Huascarán 6768 metros, el segundo pico más alto de América, y el Alpamayo, 5947 metros, “la montaña más bella del mundo”. Desde cualquier esquina se ven cumbres nevadas y particularmente el Huascarán, cuyo pico ayer se ocultaba bajo las nubes.


Esto es e
l paraíso para los que gustan de la escalada (andinismo aquí) y/o el trekking. Uno de esos sitios donde se concentran todos los Josespequeños del mundo, y donde los hombres menos afeminados hablan durante horas de la calidad y la textura de los tejidos. Aún con el sol espatarrante, a todos los guiris atléticos se les ve blancazos o rojazos (depende del tiempo que lleven) al lado de todos sus guías, asistentes, chóferes, porteadores… Este es el último sitio para alguien como yo. La antítesis de mi habitat natural ¡Si San Pere Mártir me parece el Everest! Pero por primera vez en mi vida le he encontrado la utilidad a mis botas de montaña, mi forro y mi cortavientos. Me faltaban los pantalones térmicos para no desentonar con el resto de fauna: por mis muslotes dentro de unos tejanos gastados parece que le he robado a alguien el equipo.


Abro paréntesis. Realidades paralelas en el mundo cyber: a mi derecha tres...¿alemanes? miran páginas de montaña y organizan su próxima salida; a mi izquierda una quechua veinteañera (aquí si lo hablan) hace lo imposible por tranquilizar a su bébe morena mientras moquea y chatea, con un solo dedo, con el papá de la criatura.


Debería estar en un tour disfrutando de las bellezas de este paraíso natural pero estoy en un cyber porque la primera belleza me tumbó: en contra de todos las recomendaciones (aclimatación progresiva a la altura) me subieron al Nevado de Pastoruri, en el Parque Nacional Huascarán, a 5150 metros de altura, y tengo un sorochazo (mal de altura: subir muy alto, muy rápido) de la hostia, evolucionando hacia alguna otra cosa. No os voy a contar por qué hice esa tontería porque es muy largo de explicar, se juntaron el no querer parecer una gringa boba (estoy con la familia de Lus), con el puente de las fiestas patrias y la voracidad turística (sin permisos, sin botellas de oxígeno, sin tiempo).


Me encuentro como el culo. Todo va al ritmo de mi respiración, muy lento, tengo la boca seca , mareo, dolor de cabeza y fiebre...toooooooooooodo. Las ganas horribles de vomitar se me han quitado, pero no tengo fuerzas para mucho más que aporrear el teclado, y me está costando. Después de 7 llamadas finalmente mi seguro médico funcionó y me han atendido de urgencias sin pagar ni un sol, medicinas incluidas. Me había olvidado de que aquí no se venden por cajas , sino por unidades. Y si no curras en algo "formal"(los menos), no hay seguro médico. Así no hay gasto farmacéutico.


La parte buena es que el tratamiento del soroche es ibuprofeno y mate de coca (he descubierto la combinación de sustancias de mi vida), glucosa, chocolate e hidratos de carbono (galletas de chocolate por prescripción médica)... Lástima que no esté de humor para disfrutarlo. Para la infección fantasma, Ciprofloxacino. Ya he mirado todas las webs que hablan del soroche y de los edemas pulmonar y cerebral (mi hipocondría está bailando cumbia de contenta).


Pero antes de este mal de altura hubo otro. Como en la mayoría del mundo sur aquí también la ausencia de estado y la “flexibilidad” neoliberal se entienden divinamente con la informalidad absoluta (viven de ella, de hecho), y el transporte es uno de los sectores donde más se nota. Caótico y salvajemente competitivo, por carreteras en pésimo estado de conservación (o existencia). La diferencia respecto a otros lugares es que en buena parte del Perú las carreteras bordean los Andes, porque no hay ningún pueblo por debajo de los 2000 metros.


No podéis ni imaginaros la cantidad de accidentes que hay. La crónica de sucesos de los periódicos lleva uno o dos diarios. Tanto es así que el Ministerio de Transportes ha tenido que montar la campaña “Tolerancia Cero” (lema multiusos) para tratar de evitarlos. Comprobar que los chóferes tienen carnet, permisos y seguros, o que los buses no se caen a trozos parece buena idea…si no fuera porque las empresas aprietan y los polis están acostumbrados a redondear su sueldo con “colaboraciones”.

Me vine a Huaraz en un “bus ejecutivo semicama” de dos pisos y de una compañía medianamente cara. Creía que la elección era buena…¡De lo peor de mi vida ver desde el segundo piso de un bus los barrancos de hasta 4.000 metros (ni gotita de exageración: consultad Punta de Conococha), por carreteras de un solo carril, sorteando baches! Desde el segundo piso del bus (ahora sé por qué era más barato que el primero) todo se mueve más, y eres la primera en ver la pendiente sin fin, y la última en dejar de verla. Tenía miedo de marearme pero el pánico me lo impedía. Rectísima y agarrada a los brazos de mi asiento-cama, como si fuera salvavidas, me mantuve curva a curva hasta que empezamos a descender, y el chófer empezó a meter caña. Ahí arriba no había música y ni los niños lloraban. Silencio total. Como tengo que volver a Lima de la misma manera, creo que voy a tirar de los diazepanes que no usé para el avión.


De hecho… si no me gustan los aviones, ni los barcos, ni las carreteras imposibles, ¿por qué me voy a lugares extraños donde sé que tendré que tirarme de cabeza contra todos esos miedos? ¿cómo puedo decidir hacerlo si soy incapaz de decidir cosas tan sencillas como ir al gimnasio o apuntarme a inglés? Que alguien me lo explique, por favor.


Mensajito para José Pequeño: los Andes son para ti y no te demores mucho. El cambio climático se está comiendo los glaciares a bocaos. Apenas a dos kilómetros del Pastoruri se sube en bus (¿no pensarías que había hecho una caminata hasta los 5.000 metros?), y como ya han advertido de su desaparición, más turismo masivo para verlo y, de paso, acelerar el proceso con más CO2 de los cacharros menos ecológicos del planeta. El oxímoron del “turismo sostenible”en todo su esplendor.